No quiero que las personas me recuerden. Quiero que recuerden mi historia. Era finales de mayo de 2009, y había terminado mi primer año de preparatoria. No había pensado cómo quería pasar ese verano. Me había inscrito para una clase de verano para tomar historia universal, esperando poder abrir más oportunidades para tomar clases de nivel universitario para cuando estuviera en el último año de la preparatoria. Aunque temía que tendría que dedicar un mes de mis vacaciones de verano a clases, eso no era nada comparado con lo inesperado de los siguientes 5 meses de mi vida en los que fui esclava de un hombre extraño quien eventualmente supe que tenía el doble de mi edad.
El inicio
La primera vez que estuve en contacto con mi agresor, yo no le había hecho caso. Recibí un mensaje en MySpace de una persona con el nombre de “Capitán Obvio”. El título del mensaje era “Tengo fotos tuyas desnuda, abre esto”. No le presté atención. La verdad, supuse que era una cadena de spam y lo ignoré porque sabía que nunca me había tomado fotos desnuda. Él seguía diciéndome que tenía fotos desnuda de mí y que si no quería que se las mandara a mis amigos, tenía que obedecerlo. Insistió que tenía fotos mías, y allí fue cuando inició la manipulación. Empecé a pensar “¿qué tal si en serio tiene fotos mías? Yo tenía una webcam – qué tal si la dejé encendida y me vio cambiarme, o algo. Después de incontables intentos de contactarme, por fin me rendí. Él quería 7 fotos mías y dijo que una vez que le diera lo que pedía, me dejaría en paz. Siendo inocente en ese momento, me rendí e hice lo que tenía que hacer para nunca más escuchar de este tipo. Él decía que era como de mi edad, y tenía una foto de perfil para parecerlo – de hecho, tenía muchos perfiles, muchos nombres y muchas fotos. Me tomaba fotos para él cada noche. Esa era mi nueva normalidad. Lo que inició con 7 fotos, terminó con una lista de más de 60. Cada noche. Las fotos estaban organizadas por categorías. Diferentes poses, diferentes posiciones, diferentes cosas que quería que me hiciera. Me había robado mi inocencia, mi dignidad; todo el respeto que me tenía a mí misma. Me sentía disgustada y avergonzada.
La verdad sale a la luz
Esto siguió por meses hasta que mis padres hicieron lo correcto y sin que yo lo supiera, entraron a mi cuenta de MySpace para revisar lo que estaba haciendo con mi vida cibernética. Lo inevitable sucedió, y se dieron cuenta de lo que secretamente estaba sucediendo. Una noche, cuando estaba en un club cristiano de mi escuela llamado “Young Life”, mi mamá me mandó un mensaje diciendo “Papá y yo vamos a ir por ti”. La ansiedad me atacó y empecé a tener pánico. Cuando llegamos a casa, me llevaron a su recámara, donde estaba la computadora de la casa. Apuntó al monitor y preguntó “¿qué es esto?”. Yo estaba en shock. Grité y caí al piso. Las lágrimas corrían por mi cara. Mi papá gritaba y mi mamá lloraba.
Era un caos total.
Una gran parte de por qué fue tan difícil para mí decir lo que estaba pasando es que yo tenía miedo. Tenía miedo de que todo esto fuera mi culpa, y que me pudiera meter en problemas. No sé qué llevó a mi mamá a encontrar al Centro Nacional para Menores Desaparecidos y Explotados (NCMEC), pero esa fue la decisión que salvó mi vida. Ellos fueron los que involucraron el FBI, que eventualmente perseguirían a Lucas Michael Chansler y pondrían fin a sus delitos.
Decidí abrir otro MySpace, esta vez usando el nombre Ash, y con mi segundo nombre en lugar de mi apellido. Mi foto de perfil estaba tomada de lejos, así que era difícil saber quién era la de la foto. Esto fue un error. Estoy segura que en días de haber creado una nueva cuenta, él me encontró.
No solo me encontró, pero estaba más enojado que nunca. Y fue entonces cuando recibí una llamada de un amigo diciendo que alguien le había mandado una foto desnuda de mí. Me junté con todos mis amigos y les dije lo que me pasó. No podía verlos a los ojos, y mucho menos decirles lo que había pasado. Por suerte para mí, mis amigos son extraordinarias personas que me comprendieron y me apoyaron al 100%.
“Se acabó”
Era abril de 2010 cuando por fin escuché las palabras que jamás esperé oír – “se acabó”. El FBI le llamó a mi mamá, diciéndole que ya lo habían atrapado. Resulta que vivía en Florida, tenía 27 años y que le había hecho exactamente lo mismo a más de 350 chicas. Hicieron una redada en su casa y encontraron en su computadora imágenes gráficas de chicas de todas las edades. La más joven tenía solo 8 años. No éramos nada para él – solo éramos archivos. Estábamos en folders en su computadora con etiquetas como “En progreso”, “Trabajándolas”. Nos estaba robando la inocencia de nuestras vidas.
Lo detuvieron y yo fui libre. Mis noches de miedo, ansiedad y lágrimas se habían terminado.
En ese momento, el peso que traía en mi espalda desapareció. Después de eso, vinieron cuatro años de silencio.
No fue sino hasta principios de noviembre de 2014 que recibí una llamada del Agente Especial Larry Meyer, quien después se convirtió en mi más grande héroe.
Me invitó a Jacksonville, Florida, donde Lucas Michael Chansler estaba siendo procesado por lo que había hecho. Allí fue donde yo y otras 3 valientes víctimas suyas dimos nuestro testimonio a la corte, dándoles a conocer nuestro lado de la moneda de los horrendos actos a los que nos había sometido.
Todas habíamos sido llamadas a declarar ante la corte. Cada una tan diferente, pero tan similar a la vez. Una de las víctimas fue dañada de tal forma de lo que Chansler le hizo, que no pudo leer el testimonio. Cuando su mamá se paró en el estrado para leer su carta, fue cuando en realidad me impactó: “regresaba a casa de la escuela, y buscaba lugares para colgar una cuerda”. Esto se quedó conmigo hasta hoy. Esta chica fue tan dañada por lo que hizo Chansler que hizo planes para acabar con su propia vida.Esta era una chica. Había 350 como nosotras.
Por qué estoy alzando la voz sobre la sextorsión
¿Por qué yo? Me preguntaba a menudo. No fue hasta que decidí hacer pública mi historia que finalmente tuve la respuesta a esa pregunta que me hacía todos los días. Son mis palabras y mi historia lo que evitará que la siguiente Ashley Reynolds sea secuestrada desde su monitor. Quiero ayudar a quienes están en esta situación y son ignoradas. Mi caso tal vez no se tome tan en serio como otros. Nunca me tocó. No me violó. Nunca lo vi en persona hasta que estuvo detenido. Pero lo que hizo fue siniestro. Me forzó a hacerlo yo misma. Me he culpado muchas veces, sabiendo que esto lo estaba haciendo yo.
Este es un tema de conversación. Esta es una amenaza que enfrentan generaciones pasadas y futuras, una víctima silenciosa a la vez. Siempre recordaré el nombre Lucas Michael Chansler. Y por lo que él toca, siempre me recordará como un folder en su computadora llamado “En progreso”.